lunes, 25 de febrero de 2013

LEYENDAS: LOS SIETE INFANTES DE LARA

La calle cabezas se encuentra paralela a la Calle San Fernando. Aparece junto la fachada del torreón medieval de la casa de los Marqueses del Carpio. A su amparo se suceden las casas señoriales como la número 6, conocida como la de los Condes de Zamora de Riofrío.

Justo al lado, tras una cerrada verja, se adentra un callejón tan angosto que casi se besan sus tejados; es la calleja de los Arquillos, que ostenta descarnados muros de ladrillo y un escalonado pavimento empedrado. Haciendo honor a su topónimo, la cruzan transversalmente tres o cuatro arquillos que acentúan la perspectiva de profundidad. En este lugar anida una de las muchas leyendas históricas que Córdoba alumbra, y de la que proporciona pista la lápida que figura al exterior:“Dos insignes historiadores cordobeses, Aben Hayan, Ambrosio de Morales, y un cantar de gesta castellano nos dicen que en el año 974 en esta casa estuvo preso el señor de Lara  Gustios González y que las cabezas de sus hijos los siete infantes de Lara, muertos en el enfrentamiento contra Almanzor, fueron expuestas sobre estos arcos”.
El Conde de Lara, Gustios González, tenía siete hijos, todos hermosos, bizarros y atrevidos como su padre. Su primo Ruy Velázquez los invitó a su boda, así que ellos se encaminaron hacia Burgos donde sería la fiesta. Encabezaba la comitiva don Gustios y le seguían criados, halconeros, trovadores y cómicos y también soldados en fuertes caballos y sus hijos. Eran siete donceles altivos, valientes y amantes de su tierra y de su nombre. Ellos eran los de Lara.
La feliz prometida era doña Lambra y ésta presidió el torneo que se celebró días antes de la boda. Ella quería que ganase la pelea su primo Alvar Sancho, pero no fue así, porque la misma doña Lambra tuvo que proclamar vencedor a Gonzalo, el menor de los Lara. De ahí nació el odio de ella hacia los primos y su deseo de venganza, que logró transmitir a su esposo Ruy Velázquez.
Para empezar urgió a don Gustios para que marchase a Córdoba en misión secreta y muy importante ante el moro Almanzor; allí entregaría unos documentos muy reservados de la corte de Castilla a los que el mismo Almanzor daría contestación. El noble castellano deseaba cumplir con presteza y exactitud la misión a favor de su patria, así que a los siete días del encargo ya estaba a las puertas de Córdoba. Llega hasta Almanzor y no acababa de dar la misiva el general cuando estalla en ira; don Gustios le había presentado nada menos que su sentencia de muerte, que era lo que traía con tanto secreto y empeño desde Burgos.
Almanzor hubiera querido liberarlo de aquella traición, pero era demasiado buen conde y buen general para poderlo ayudar, así que lo dejó encerrado en la última torre del Alcázar, junto al río y esperó que llegasen noticias de Castilla.
Don Gustios se deshacía en lamentos encerrado en la prisión mientras maldecía la infamia de Ruy Velázquez sin poderla comunicar a sus hijos para que tomasen la merecida venganza. Aquel infame, queriendo achacar a Almanzor lo sucedido deploró con los siete Lara la ausencia de su padre y les juró que lo buscaría donde estuviere y, si era necesario, pondría por él el rescate.
Tal era su fingimiento y mentira que movilizó a cuatro mil infantes y setecientos jinetes al frente de los cuales se puso él mismo, acompañado de los siete condes de Lara. Cuando llegaron al castillo de El Vacar, ya en la sierra de Córdoba, el Ruy Velázquez, porque dijo de reunir gente para atacar a Almanzor, se volvió a Castilla, encargando la defensa y custodia del castillo a los Lara.
El traidor Ruy Velázquez, apenas dejó a los Laras, mandó aviso a Almanzor, acusándolos de invadir su castillo fortaleza y descubierto que tenían poca guarnición para defenderse. El general árabe mandó inmediatamente un gran ejército contra ellos. El combate fue encarnizado y cruel durante tres días con sus noches. Tres hermanos murieron en la pelea y los otros cuatro, al último día cayeron prisioneros; a todos, vivos y muertos, les cortaron la cabeza, llevando a las siete clavadas en picas a Córdoba.
Desde la torre prisión oía don Gustios los gritos algazaras que hacían los moros: celebraban por las calles, en la Mezquita y por el margen del río, donde se humillaba y escarnecía a los prisioneros, una gran victoria. Desde lo alto de la torre, porque sufriese más, le dejaron ver la celebración. Y vio don Gustios a sus generales vencidos y a su bandera cautiva y, al paso de  la comitiva advierte que las cabezas que llevan clavadas sobre largas picas y que le muestran, con saña y descaro, son las cabezas de sus siete hijos.
Almanzor se compadeció del gran dolor de Gustios, y porque sabía que había sido traicionado, lo liberó de las mazmorras de la torre del Alcázar y lo dejó marchar a Castilla.
También cuenta la historia que una hermana de Almanzor casó con Gustios y tuvieron un hijo que se llamó Mudarra. Fue éste gran caballero y marchando con sus padres a Castilla el que vengó, dando muerte a Ruy Velázquez y a su esposa, doña Lambra.
Aquí se encuentra el origen de la leyenda en la calle Cabezas, siendo estas colocadas en los arquillos de ladrillos que presenta dicha calle, allí estuvieron hasta que se consumieron, cada una encima de un arco.
Según los estudios recientes, esta leyenda queda encuadrada bajo el reinado de Sancho IV de Castilla. La Casa de Lara es un linaje de la nobleza española, originario del Reino de Castilla medieval, que debe su nombre a la localidad burgalesa de Lara de los Infantes.

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